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Saber decir “no” sin culpabilizarse


Nadie tiene obligación de decir “sí” a todo el mundo y en toda ocasión. Hay momentos en los que se deberá decir “no”. Además, tratar de complacer a los demás es siempre un factor importante de estrés; pero es difícil que una persona estresada se atreva a contestar con un “no”, cuando es necesario. Y con ello aparece un problema sobreañadido a su estrés.

Satisfacer a los demás es, en principio, algo positivo: muestra que uno es considerado con los demás y sus necesidades; pero a esta afirmación hay que ponerle limitaciones: temporales (“no siempre”), cualitativas (“no en cualquier circunstancia”) y “sanitarias” (“no a costa de…”). Al expresar una negativa, es muy sano tener esto presente para eliminar el sentido de culpabilidad.           

                      

Saber decir “no” es un derecho y un rasgo de bienestar

Hay personas más pendientes de los demás que de sí mismos; son seres muy sensibles a las necesidades de los que les rodean y presa fácil para aquellos que quieran aprovecharse de ellas, manipularlas y aun chantajearlas.

Responder “no” ante una solicitud desmedida es una necesidad, un derecho que todos tenemos y, a la vez, una habilidad que es necesario aprender a practicar. Para desarrollarla es obligado analizar las emociones que acompañan tal negativa y nos empujan a atenderla con exceso de solicitud: miedo al enojo o a la decepción de los demás, temor a parecer egoístas, bruscos o malas personas, cobardía ante suposiciones decepcionantes o conflictivas en las relaciones interpersonales,…

Al decir “no”, se reafirma la personalidad, la autoestima y la propia identidad

“Todos los grandes personajes del mundo que lograron algo importante en la vida -afirmó ya hace casi cuatro siglos el gran el filósofo Spinoza- fueron personas que, en vez de decir ‘sí’, dijeron ‘no’ cuando recibían propuestas que no coincidían con sus ideales de ética, bondad o crecimiento personal”.

Algunas sugerencias para aprender a decir “no”

1.  Escuchar en profundidad: reformular y preguntar

Una de las necesidades básicas y primordiales de las personas que vienen a pedir algo es ser escuchadas. Primero, pues, escuchar en silencio su petición completa; no interrumpir. Escuchar “con los ojos y con todo el cuerpo”. Cuando finalmente llegue el turno de responder hay que profundizar en su necesidad preguntando por los detalles, reformulando su petición: “Si le he entendido bien, usted desea que…” Sin ningún coste por nuestra parte, quien ha nos solicitado algo se sentirá satisfecho.

2. Atender más al “cómo se dice que al “qué se dice”

Lo importante aquí es la “música” de la respuesta (el “cómo), no la “letra” (el “qué) de lo que se dice. Resulta difícil presionar a alguien que habla con amabilidad, educación y respeto. Antes, pues, de responder, es útil tomarse un respiro: contar hasta diez para asegurarse de que el tono sea cordial y las palabras afables. Siempre es preferible un “no” en positivo que un “sí” en negativo.

3. Aceptar la petición, aunque poniendo condiciones

En ciertos casos es adecuado expresar las condiciones para hacerlo. Ponemos “precio” a la respuesta afirmativa: “Lo que me pides tiene sentido, pero te propongo lo siguiente: para poder hacerlo…” “Para poder dártelo, yo necesito que tú…” Al poner “precio”, se valora y coloca la petición en el lugar adecuado; así se zanjan también otras peticiones futuras tal vez abusivas e innecesarias.

Recientemente, se me pidió un favor que me comportaba un trabajo extra poco gratificante y arduo que me distraía de lo que estaba haciendo; mi respuesta fue: “Hazme una propuesta que yo pueda estudiar y te diré.” Esta podría ser una buena contestación, si el que pide es nuestro jefe.

4. Negociar constructivamente cantidades, calidades y plazos

Es una consecuencia de la anterior. La mayoría de las peticiones suelen ser apremiantes, “para ayer”, porque, en muchas ocasiones, están poco reflexionadas y fundadas. Si se ha aceptado el “precio”, es el momento de negociar con amabilidad plazos, cantidades y calidades. Fórmulas del tipo: “Si te parece, podríamos convenir en que…” serán con seguridad acertadas.

5. Valorar la dignidad del otro como persona

Además de sentirnos escuchados, necesitamos sentirnos valorados reconociendo que nuestra petición tiene sentido y, por ello, se la acoge y escucha. Una forma de mostrarlo podría ser comenzando la respuesta con un: “Veo que lo me pides tiene sentido…”, “Comprendo que me pidas esto….”, “Entiendo que realmente necesitas esto…”, “Yo en tu lugar también me lo hubiera planteado”.