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Chufla, Chufla…


El Alcalde de Batea, segundo municipio en importancia en la comarca de la Tierra Alta en Tarragona, ha presentado a finales de julio, en la Subdelegación del Gobierno, una petición para que se estudie la posibilidad de que, a efectos jurídicos, el municipio se separe de Cataluña y pase a pertenecer a territorio de Aragón. Plantea un referéndum en el que “oir al pueblo” y permitir que se pronuncie.

La petición la funda en el agravio continuo del que es objeto el municipio por parte de la Generalidad. La gota que colmó el vaso es que se han concertado solo 30 plazas de una residencia de ancianos para la que la Generalidad había prometido un concierto de 60…

Al parecer, el primer edil se debe sentir más vinculado a la imaginaria tozudez aragonesa, que al seny catalán. Pero, ¿existe algo de verdad en eso de la tozudez aragonesa? ¿Es la tozudez una característica aplicable básica y distintivamente al aragonés?



Un referente de la tozudez aragonesa la encontramos en una escena de la conocida película “Nobleza baturra”, dirigida por Florián Rey en 1935, remake -sí; ya existían- de una película muda filmada 10 años antes. En ella, un baturro llamado Perico –protagonizado por Miguel Ligero- montaba su pollino por las vías del tren. Al verlo el maquinista, le avisa con varios toques de bocina. Sintiéndose aludido, Perico contestó: “Chufla, chufla, que como no te apartes tú…”, significando así el carácter más señalado -y quizás, injusto- del aragonés: la tozudez.

Más allá de la aparente frivolidad en que el edil de Batea plantea su referéndum secesionista –por cierto, que da que pensar sobre las consecuencias del procés y de la banalización que supone para conceptos como soberanía-, puede ser que el alcalde se haya planteado que, para tozudez, la mostrada por el gobierno catalán en el proceso secesionista… ¡ríase Vd. del baturro del tren!

Si miramos a Puigdemont, él avanza por la vía, montando su pollino (¿?), mientras no es uno, sino son muchos los trenes que le pitan advirtiéndole de su situación y de lo insostenible de la misma desde el punto de vista jurídico. Son muchos los reveses que el procés ha ido recibiendo en el camino, tanto en el plano internacional (principalmente de la UE, de los países miembros; en las visitas al exterior, como por ejemplo a US, etc…) como de organismos e instituciones nacionales (principales partidos políticos; iniciativas fallidas a nivel parlamentario; decenas de sentencias, entre otros del Tribunal Constitucional, etc…).

Con muchos de sus políticos condenados, muchos abandonos en sus filas, varias cabezas cortadas por cometer el delito de no pensar como ellos, y muchos miembros de la Mesa del Parlamento siendo investigados, el Govern intenta mantener prietas las filas (mientras todo parece derrumbarse a su alrededor) y sigue empujando iniciativas parlamentarias de dudosa legalidad. La última, una reforma del reglamento de la Cámara –que, previsiblemente, dejará en suspenso hoy mismo el Tribunal Constitucional- que persigue, simplemente,poder aprobar en lectura única, sin debate y sin posibilidad de enmiendas, una ley de transitoriedad jurídica que se está cocinando en la más estricta confidencialidad, para dificultar la actuación previsible del Tribunal Constitucional.



Esta última iniciativa ha sido vapuleada de nuevo, ésta vez por el Consell de Garantíes Estatutaries de Catalunya, órgano compuesto por juristas nombrados por el Parlament que hace las veces –salvando las distancias- de Tribunal Constitucional catalán y que, en su condición de órgano consultivo, la ha declarado ilegal. Un dictamen que ha dolido mucho, pues ésta vez, el ataque no viene de dentro… Puigdemont, mientras, a lo suyo: no solo afirmó que piensa desobedecer al Tribunal Constitucional español, sino que entiende que, al tratarse de un órgano consultivo, tampoco piensa hacer caso del Consell...

Muchos han sido, por otra parte, los pronunciamientos de empresarios, asociaciones de juristas, sociedad civil, etc… a las que el President también ha decidido hacer oídos sordos. Se trata de una situación que ya afecta a la imagen internacional de España, sin duda, pero sobre todo a la de Cataluña y, en particular, Barcelona. Sin ir más lejos, hoy se presenta la candidatura de Barcelona para convertirse en sede de la Agencia Europea del Medicamento (que abandona Londres como consecuencia del Brexit) y uno de los principales escollos que se han puesto de manifiesto a la magnífica candidatura barcelonesa es, de nuevo, el procés…

Cada vez más solo, el President se ha enrocado en una postura obsesiva, rodeado de incondicionales radicales del independentismo, sin oír siquiera –según algunos de sus mas allegados- las recomendaciones de muchos miembros de su Govern –incluido el vicepresidente, al que últimamente comunica las decisiones una vez tomadas y, en algún caso, como en algunas de las últimas destituciones, ejecutadas-. Y llama iluso al gobierno español por pensar que lo del procés, tras todo lo pasado, se va a parar a solo dos meses de la fecha fijada...

Entiendo como ciudadano que las manifestaciones del Gobierno de España, afirmando sin tapujos que no habrá referéndum, son tranquilizadoras y buscan, de hecho, producir ese efecto. Pero ante la tozudez mostrada por el Govern… ¿cómo piensan parar los preparativos?.

En definitiva, ¿hasta dónde piensa llevar Puigdemont este despropósito? ¿Piensa inmolarse personal y patrimonialmente, solo para poder afirmar en un futuro “yo llegué hasta aquí”? ¿Y el resto del Govern? ¿Qué efectos tendrá el procés sobre un Parlament en el que algunas iniciativas se van a presentar de forma colectiva con la firma de 71 parlamentarios? ¿Qué consecuencias jurídicas puede desencadenar el procés en relación con la Autonomía? Se trata de un viaje a ninguna parte, que sólo la inconsistencia que algún partido nacional pueda mostrar en sus planteamientos puede ayudar….

Miro a Puigdemont y veo a Perico. Montando su pollino, con decenas de trenes avisando… Se vuelve y replica: “chufla, chufla, que como no te apartes tú”….